miércoles, 5 de marzo de 2014

frío

Hace frío, un frío ártico. Las aceras están cubiertas de placas de hielo. Llueve sin agua, pero llueve. Nieva como debería nevar en Siberia, pero no cae un solo copo.
Frío; un frío gélido. Botas que van y vienen por el asfalto; semáforos en rojo. Pies fríos, tan fríos que duelen, empapados como cristales, doloridos como de haber caminado mil kilómetros.
Corazones fríos, tan fríos que pesan, de color gris oscuro, helados como piedras, afilados como puñales. Hace frío, un frío que duele, que cala.
Blanco y negro; no distinguía colores. Así los ojos dolían menos, así no había contraste, no había nada con que comparar, no había alegría ni pena. Así no podía sentirse demasiado triste ni demasiado alegre. En ocasiones había sido feliz, o había creído serlo, y le había dolido lo mismo o más que la tristeza. El que es feliz, por necesidad debe tener miedo, solía decir. El que sufre, sin embargo, no tiene nada que temer salvo a sufrir un poco más.
El frío estaba bien. La mantenía con los pies sobre la tierra, ni demasiado viva ni demasiado muerta. El corazón tenía que pesar, eso es lo que creía. Tenías que sentirlo en el pecho, tenías que notar sus latidos. No sufrir mucho, pero sufrir para saberte vivo. Sufrir por sufrir, a veces, tal vez. Como una medicina para el alma. Como una penitencia por ser feliz.
De lo que estaba segura, diablos, era de que hacía frío. Un frío ártico, que helaba la sangre, frío como aquella noche de enero. Frío como un corazón triste dentro de un pecho en llamas.

1 comentario:

  1. Me gusta.

    Me ha gustado la imagen de lluvia sin agua, y nieve sin nieve.

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