miércoles, 3 de noviembre de 2010

La moneda

(Como siempre, nombres y lugares son ficticios.)
(Siento que esté mal escrito: he intentado que los monólogos sean más realistas que literarios.)


Lamento de una madre

¡Míralo!, aquí está, pobrecito mi niño, si parece que está dormido... No me lo quería creer y ahora que lo estoy viendo sigo sin creérmelo, es... todo es tan irreal, si comimos juntos el domingo... Y ahora está aquí, mi niño, tan bueno, tan cariñoso, siempre me decía: Mama, mira, el enano tiene tus ojos... ¿No te acuerdas?, estaba loco por mi nieto, lo tenía como al rey de la casa, y ahora el niño se queda sin su padre y... le destrozaron la vida...

Y esa brecha que tiene en la frente y que le hizo la puta de su novia a saber con qué, y esa raja en la muñeca... Mi dolor más grande es que siempre le dije que Sonia no le convenía, que no era una buena mujer, siempre tan callada y tan rara... Una madre nunca se equivoca, tú lo sabes, porque yo conocía a mi hijo mejor que nadie y era la mejor persona del mundo, la mejor persona... ¡Mi niño, dormido aquí con nosotros!

Notas del inspector

El cadáver se encontraba tendido sobre la alfombra del comedor con las piernas hacia el sofá y la cabeza muy cerca de la pata de una de las sillas. Presentaba una herida de 3 cm en la cabeza y otra herida por arma blanca en la muñeca izquierda. Se ha encontrado sangre en uno de los cuchillos que estaban sobre la mesa. A un lado del sofá se encontró media botella de cerveza rota y sobre la mesa de cristal se hallaron los fragmentos de la otra mitad. No se encontraron otras cosas de interés.

Declaración de la homicida

A mi marido lo conocían en el edificio, o más bien conocían su mal genio. A mí también me conocen bastante bien y tengo muy buena relación con algunos vecinos, por eso alguien los llamó a ustedes cuando oyeron los golpes. Sí, los golpes, empezando por el portazo que dio al entrar y que según tengo entendido se oyó por todo el edificio. Desde luego, el niño lo oyó, porque se despertó llorando y temblando como un flan, el pobre.

Sí, tiene -tenía- muy mal genio, sobre todo cuando bebía. Sí, sí, bebía bastante, bebía mucho y fumaba mucho más, y eso que el médico le había dicho que su corazón no estaba bien y que tenía que dejar todos esos vicios de inmediato, pero él no hacía caso. Yo siempre trataba de recordarle el dolor del primer infarto y lo mal que lo había pasado. Habíamos, más bien, porque yo, al contrario que él, nunca llegué a olvidar aquellos días.

Sí, discúlpeme, me he distraído. Verá, él llegó a las cinco de la mañana porque había salido con unos amigos suyos, y venía tambaleándose, como muchas noches. Al oír el portazo, lo primero que hice fue coger al niño para tranquilizarlo y después ir hacia el salón para ayudar a mi marido a acostarse. Él me empujó y el niño empezó a llorar más fuerte, así que los dos estábamos muy nerviosos. ¿Cómo dice? Ah, eso... no había quitado la mesa desde la cena porque quería que supiera que llevaba esperándole desde las nueve y media. Qué tontería, ¿verdad?, como si se fuera a sentir culpable por eso.

Bueno, después de empujarme, fue hasta la cocina a por una cerveza. Yo le dije que haría mejor en acostarse, que ya había bebido bastante. Él me gritó y me insultó, y volvió al salón para tomarse la cerveza viendo la tele. Cuando se quedó dormido y yo acosté de nuevo al niño, la apagué y él se despertó muy enfadado; me amenazó, cogió la botella por el cuello y la rompió contra la mesa. No, la de madera no, la de cristal. Yo me puse detrás de la mesa del comedor mientras él intentaba cortarme, y estaba tan desesperada que al final cogí uno de los cuchillos y se lo intenté clavar en un costado, pero sólo le rocé la muñeca.

Entonces él se quedó con los ojos muy abiertos, muy quieto, y dio algunos pasos hacia atrás. Soltó el cuello de la botella, se llevó la mano derecha al pecho y un segundo después calló redondo. Al caer se golpeó la cabeza con una de las sillas, y en ese momento llegaron ustedes. Como ya sabe, la ambulancia llegó poco después pero sólo dijeron: Ya está muerto.

Sí, señor, lo había denunciado catorce veces, como demuestran estos papeles... mire, ¿ve?, pero en ningún caso me tomaron en serio.

Ah, ¿ya hemos terminado? De acuerdo. Está bien, señor, no se preocupe, estaré localizable. Sí, lo entiendo. Ah, si me permite, me llevo el té para tomarlo de camino al hotel. Está bien, hasta pronto, señor. Dile adiós al señor, hijo. Adiós. Adiós.

3 comentarios:

  1. falta la cuarta, el crío había cambiado las pastillas del corazón por estimulantes, a sabiendas de que su progenitor iba a salir y a beber. Para disparar la reacción, desde que llegó este, empezó a gritar para ponerlo nervioso e histérico, que se alteró lo suficiente como para terminar de desencadenar el proceso. Tardó más de lo calculado por el niño, que estaba temiendo por su madre, pero al final su plan dio resultado.

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  2. Umsss... Teniendo en cuenta cómo está la ley en España, que incluso cuando una mujer pone una denuncia falsa al hombre ya se le pone el sambenito, no creo que pusiera 14 denuncias y no le hubiesen hecho caso... Salvo que las hubiera puesto y luego las hubiera quitado, que en este caso la imbécil es ella.

    La verdad es que nunca, jamás entenderé a las personas (me da igual que sean hombres o mujeres) que aguantan que les maltraten y se quedan viéndolas venir... Besitos!

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