martes, 6 de marzo de 2012

una mirada atrás

Quién les iba a decir que llegarían a celebrar los cuarenta. Nadie habría apostado por ello en un primer momento, desde luego. Para empezar, una cesárea con complicaciones y las interminables pruebas médicas de los primeros años. No es un buen comienzo, si uno se pone a pensar.

La sonrisa triste de aquel médico tan amable, el doctor Pons, que siempre los miraba con una mezcla de curiosidad y condescendencia. Hacía tantos años ya... y sin embargo no habían olvidado ni un detalle de aquel rostro más bien redondo ni de su espesa barba, o aquellas gafas minúsculas que le hacían envejecer toda una vida de repente cuando se las ponía para leer los resultados de las pruebas.

El colegio, los años más difíciles, el rechazo y la crueldad de los otros niños o incluso de muchos padres de alumnos. La baja autoestima, la soledad, la profunda tristeza. El Nunca seremos como los demás.

Aquellas chicas, años más tarde, a esa edad en la que el miedo a lo diferente empieza a difuminarse... al menos en algunas personas. Los primeros rechazos amorosos, las discusiones, los Me estás arruinando la vida. El paso del tiempo, los verdaderos amigos. Las depresiones, los Por qué somos diferentes. Las lágrimas sin palabras en mitad de la noche.

Cuarenta años. Quizá no era mucho para la gente normal, pero para ellos era todo un récord. Habían superado  con creces sus propias expectativas y las de los demás. Por eso, desde su perspectiva del tiempo, daba vértigo echar la vista atrás, y resultaba difícil hacer un balance de malos y buenos momentos. Habían sido felices, por supuesto, y en cierto modo lo seguían siendo, pero los momentos perdidos pesaban en la espalda como sacos llenos de piedras.

A pesar de todo se pusieron en pie y dedicaron una sonrisa a todas aquellas personas que habían acudido a la fiesta en el bar de siempre. Allí estaba Laura, de la oficina, con un precioso vestido rojo y una copa de color naranja en la mano. Y su primo Esteban, al que no veían desde hacía tres años, embutido en su americana y con una corbata horrenda. Allí estaban los que habían estado siempre, los amigos que no se habían ido ni se irían.

Jorge levantó la mano derecha y Alex la izquierda. Bebieron al grito de ¡Salud!, con los ojos cerrados, cada uno imaginando cómo habría sido su vida en otras circunstancias. Si hubieran nacido separados, si no hubieran tenido que conformarse con el control de un solo brazo o de una sola pierna. Si hubiese tenido cada uno su propio cuerpo y hubiesen vivido como el resto de la gente.

1 comentario:

  1. ¿Y qué tienen de diferente? Tienen capacidad para razonar, tienen capacidad para sentir... ¿En qué son diferentes, entonces? Los seres humanos somos especialistas en complicar las cosas, en tratar de meterlo todo en cajones prefabricados... Y aquello que no encaja, lo consideramos "diferente", "malo"...

    Las diferencias las creamos nosotros mismos a base de superficialidad... Besito!!!

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